El punto de partida será el Puente romano, ubicado en el margen izquierdo del Guadiamar y a las puertas del casco urbano de Aznalcázar. A escasos 100 m se encuentra el Centro de visitantes, donde además de conseguir algún que otro mapa interesante podremos adentrarnos en el pasado cercano del Espacio Natural y valorar más si cabe su recuperación. Una vez realizada la visita obligada a esta instalación de uso público de la Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, continuaremos la ruta aguas abajo, por el margen derecho del río. Para ello, cruzaremos por el antiguo puente de hierro que enlazaba las localidades de Aznalcázar y Pilas, hasta que accedemos al aparcamiento, área recreativa e itinerario botánico de Buitrago.
En este sendero botánico de aproximadamente 1,5 km de longitud y habilitado para discapacitados, las plantas más representativas muestran carteles informativos de sus usos tradicionales y curiosidades entre otros datos. Se pueden distinguir 4 ecosistemas representativos: bosque mediterráneo, vegetación de ribera, de transición y vegetación palustre. Esta visita puede realizarse en este momento o dejarla para el final del recorrido, aconsejando esta última opción sobre todo en la época estival, aprovechando el resguardo que ofrece la cobertura vegetal existente junto al cauce del río.
A continuación nos dirigiremos para pasar por debajo del puente de hierro que acabamos de cruzar y del puente de la carretera actual A-474 (ambos paralelos y contiguos), para enlazar con el camino del Corredor Verde por el margen derecho. Únicamente, cuando el río aumente su caudal y esté desbordado, esta opción no sería viable, obligándonos en este caso a cruzar con mucha precaución por la carretera A-474.
A 1 km aproximadamente y justo antes de pasar por debajo de una línea de alta tensión, del camino principal se deriva uno más estrecho, a mano izquierda que pasa entre álamos blancos, sauces, majuelos y finalmente cañaverales, desembocando en el propio cauce. En este punto podremos observar, sobre todo en época estival cuando el caudal del río es mínimo, ruinas de un antiguo molino harinero llamado «de Roca» que tuvo su máximo esplendor a principios del siglo XX. Conocido por su buena molienda, desapareció por los años 20. Es posible observar en este punto, ánades, diversas especies de garzas, e incluso algún intrépido y esquivo martín pescador.
Seguimos el camino aguas abajo y a 1,5 km desde el molino de Roca llegamos a una bifurcación de caminos. Estamos en el Vado de Valdegallinas. En este lugar en el barro de la zona húmeda en los meses estivales descubriremos un enclave inigualable para encontrar huellas y rastros de la fauna más característica del espacio.
Continuamos por el margen derecho, una vez transcurridos unos 2,5 km y después de haber observado seguramente algún rabilargo o abubillas (según época) entre la vegetación aledaña al camino, a nuestra izquierda, adentrándonos en el cauce entre jóvenes olmos y álamos blancos, con el sonido del agua de fondo, nos encontraremos casi por sorpresa, con uno de los enclaves más maravillosos del Guadiamar, la «aceña o azua del molino de la patera». Un salto de agua de unos dos metros de altura, que en primavera cobra su máximo esplendor, deleitándonos al observar saltos de cientos y cientos de barbos en su intento incesante de sobrepasar este obstáculo con el fin de remontar el río para su desove. Además es muy habitual poder observar alguna que otra garza, real y común, martinetes, ánades e incluso algún busardo ratonero sobrevolando la zona. Según los lugareños, el nombre de «La Patera» se debe a que por encima de la presa se agrupaban patos silvestres posiblemente por la abundancia de alimento que se concentraba en la zona. Este molino harinero dejó de tener actividad comercial a principios de 1900, y la casa desapareció con las labores de restauración del Corredor Verde, conservándose únicamente sus cimientos en el otro margen, habiendo sido también lugar de baño en verano. Recomendamos ser cautelosos y dirigirnos hacia el mirador existente al borde del talud del río con mucha precaución y sigilo, para no espantar a la avifauna.
Seguimos y después de 500 m escasos, en el camino nos encontramos un pequeño puente que coincide con la desembocadura del arroyo Alcarayón al río Guadiamar. Si nos detenemos unos instantes y nos bajamos con cuidado a la misma confluencia, encima de las piedras o en la infraestructura de conexión podremos observar restos de heces de nutrias.
Sin pausa pero sin prisa, nos dirigimos hacia el Vado del Quema, y en el camino a la derecha, podemos apreciar zonas de restauración de monte bajo mediterráneo, lugar frecuentado por el elanio azul, rapaz de gran belleza. Recorreremos los últimos 2,5 km antes de llegar al ansiado Vado del Quema, no sin antes recomendar para este tramo llevarse gorra para el sol en verano ya que existen zonas que se separan del cauce del río y por tanto de la espesura de la vegetación. Sin embargo esto nos dará una mayor probabilidad de encontrarnos con algún que otro vertebrado como meloncillos o tejones.
Y por fin llegamos a las inmediaciones del famoso Vado del Quema, encontrándonos a unos 8,5 km del punto de partida. En este punto hay dos opciones a elegir. Recomendamos la primera para aquellos visitantes que hagan esta ruta por primera vez y la segunda para conocedores del espacio, aunque aquellos que lo deseen pueden seguir adelante como le indicamos.
Opcion 1
Una vez que llegamos al cruce de caminos, tomaremos el que sale a la izquierda, cruzando el río por un puente con una historia reciente pero muy significativa para el lugar, ya que fue construido el año del desastre en menos de un mes para el paso de los peregrinos hacia el Rocío ese año. Una vez cruzado el puente y continuando unos 300 m, a la derecha y junto al vado se erige el templete de la Virgen del Rocío. Mucho podríamos decir de este mágico lugar, pero gastaríamos tanto papel y tanta tinta que haríamos este itinerario interminable. Preferimos que cada cual según sus creencias lo disfrute a su manera, lo que sí es cierto que no deja indiferente a nadie y raro es el día que no nos encontremos a alguien.
Retomamos el camino Cordel de los Playeros dirección los pinares de Aznalcázar, separándonos por poco tiempo del Corredor Verde. A unos 500 m, sale a la izquierda, y está indicado, el sendero del Guadiamar que nos llevará aguas arriba por el margen izquierdo del río hasta el Vado de Valdegallinas después de 6 km. En este punto también podemos enlazar con el itinerario 2 «El lince» en dirección a los pinares.
Opcion 2
En la confluencia de caminos, en lugar de dirigirnos a la izquierda, seguimos recto y después de recorrer 300 m dejamos a nuestra izquierda el Vado del Quema divisando el monolito de la Virgen al otro margen del río. Seguimos este camino hacia delante y a 200 m del vado, dejamos a la izquierda del camino principal una parcela experimental que aún mantiene lodos tóxicos y un poco más adelante a la derecha se encuentra el camino de acceso a la laguna de Manchazulillo. Una laguna privada destinada actualmente a regadío, donde podremos observar algunas pajareras con nidos de cigüeñas, anátidas, garzas y con suerte flamencos. A 1 km del Vado del Quema nos incorporamos al camino de la Marisma Gallega, girando en el cruce a la izquierda. Este tramo es paralelo al Corredor Verde por su margen derecha. Nos encontramos fuera de los límites del Paisaje Protegido, pero una vez recorridos 900 m nos reencontramos de nuevo con él tras abrir una cancela de madera que hallaremos en la valla que se localiza a nuestra izquierda.
Aquí tenemos la oportunidad de enlazar con el final del itinerario 4 «Al Parque Nacional» y con el itinerario 3 «El arrozal» si continuamos por el camino (del muro) en lugar de entrar en la cancela. Tras dicha cancela y siguiendo el camino entre acebuches, adelfas y tarajes llegamos al cauce, descubriendo los restos del tercer y último molino llamado «los molinos», donde es fácil pillar a las huidizas nutrias que suelen habitar este bonito enclave. Con un poco de suerte, además de anátidas y garzas, nos podemos encontrar alguna espátula.
Reanudamos la marcha por este pequeño camino y un puente medio abandonado nos va a permitir pasar al margen izquierdo y tomar el corredor ya aguas arriba, desembocando éste en el Cordel de los Playeros, a la altura del Cortijo del Quema. Ya en este punto, tomaremos el sendero del Guadiamar aguas arriba, igual que en la opción 1.
En este tramo (común a ambas opciones), a nuestra derecha, los extensos cultivos de frutales nos hablan de la rica vega del Guadiamar, y en las antiguas madresviejas o zonas de inundación podremos sorprender a numerosas cigüeñas y garzas buscando alimento tiempo después de episodios de abundantes lluvias. También harán acto de presencia algún que otro cernícalo común, milanos negros y ratoneros.
Ya en el Vado de Valdegallinas tendríamos que cruzar el río si no lleva mucha agua y compartir el trozo de camino por el margen derecho hasta llegar al Centro de Visitantes donde podremos descansar y compartir esta experiencia con Inma o Carmen, que amablemente nos atenderán y ampliarán cualquier información que deseen saber sobre el espacio. Otra opción es tomar el camino que sale a la derecha y llegaríamos directamente al pueblo de Aznalcázar por la Urbanización Paraíso del Guadiamar, cruzando la carretera.
Debido a los cambios estacionales que sufre la vegetación ribereña de hoja caduca, aconsejamos realizar la ruta en diferentes épocas del año, ya que ni los colores, ni la espesura de la vegetación son iguales, sorprendiéndonos siempre que la realicemos. Todo lo anterior sumado a la mejora continua que ha experimentado el espacio en cuanto a calidad del hábitat, hacen del itinerario uno de los más atractivos para realizar en la Doñana sevillana.